¿Por qué no intentar de una vez por todas el diálogo frente a la violencia de la represión? ¿Es tan difícil? La represión no es otra cosa que la omnipotencia del poder. En vez de ideas nuevas y conciliación, el palo. El gas lacrimógeno. El bañar en agua helada al enemigo en pleno invierno. Y si no, la bala. Cuando el enemigo no aprende bastan tres o cuatro muertos para que arruguen todos. Esa es la consigna del poder. El buen gobernante nunca tiene que perder la paciencia.
Debe creer en el diálogo. En la participación de la sociedad para buscar soluciones a los problemas.
A Europa ha llegado la noticia de la represión de los maestros santacruceños en Buenos Aires. La sociedad debe decirse como primer paso al diálogo: “Con los maestros nunca la violencia”. Porque es como si aplicáramos la violencia contra nuestros hijos y nuestros nietos, que son sus alumnos. Todos los problemas tienen solución mediante el diálogo. Y el político, el gobernante deben proponerse el diálogo como única arma de poder. Porque si no caeríamos en reconocer a la guerra como única solución para los problemas entre los pueblos. Y eso finalmente significa la muerte.
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