PALABRAS PARA OLGA.
Dios, no me dio el don de poder expresarme hablando. Siempre me sucede que, cuando tengo que hacerlo ante la gente, me pongo colorada, la voz se entrecorta y tengo la sensación de que no puedo hilar dos palabras coherentes. Es como si mi pensamiento y mi habla fueran por caminos distintos y no los pudiera juntar… Pero, por fortuna, me regaló el don de ESCRIBIR. Poder descubrir que de este modo, sí logro comunicar lo que siento y pienso fue liberador, como muchas cosas que me sucedieron este último tiempo…
Y es que no debe haber cosa más hermosa que liberarse de aquello que nos ahoga, que no nos permite disfrutar de la vida. Hace poco le decía a un amigo, que, cuando miro hacia atrás, puedo ver que recorrí un buen camino, y hoy estoy en el lugar que Dios quiere que esté. Lo reafirmo cada día, cuando me levanto y miro a mis hijitos, cuando los veo crecer… Y aunque este año no di clases y me dedique a la casa y la familia, que no es poca cosa, me sentí en paz conmigo misma. Después de muchos años de terapia puedo decir con plena libertad, que no tengo vocación, la docencia no es lo mío. Ahora comienzo a buscar aquel proyecto que, más allá de la familia, me complete como persona.
Este tiempo del taller me inundó de entusiasmo y alegría. Cada encuentro fue una oportunidad para compartir y salir “llena”, transformada. Siento que aprendí tanto… Por eso, querida Olga, necesitaba decírtelo, y como es obvio, no encontré otra manera. Tu forma de transmitir lo que sabés es tan clara, y enseñas con todo tú ser: con el cuerpo, el alma y las palabras. Estoy tan agradecida y, claro, te admiro mucho. Admiro tu desenfado, tus valores y también tu profunda sensibilidad. Admiro a Olga y a Liliana, a las dos.
Este año aprendí de todos. Aprendí de vos y también de cada uno de mis compañeros. Me reí a carcajadas, me emocioné, disfruté cada viernes que compartimos. Por eso sentí ganas de agradecer, de la única manera que mejor me sale.
Estoy convencida de que todos tenemos algún talento, el que sea, solo hay que descubrirlo y hacerlo crecer. ¡Tengo tanto que aprender! Todavía tengo que romper muchos papeles y volver a empezar, todas las veces que sea necesario. Vos me diste el ánimo y reforzaste mis ganas. Voy a sacarle lustre a mis palabras hasta que brillen todo lo que pueda. Esto es un camino, es el camino que quiero transitar. Y si logro que algo de lo que escribo pueda movilizar a alguien, ya me puedo dar por satisfecha, porque los que escribimos lo hacemos para nosotros y también para los que nos leen.
Querida Olga, gracias por permitirme compartir esta experiencia con vos, y sobre todo, gracias por acompañarme, como lo hacen los buenos docentes, haciendo del proceso de aprendizaje, un verdadero proceso transformador.
Te quiero.
Lau.
21 de octubre de 2011.-
Dios, no me dio el don de poder expresarme hablando. Siempre me sucede que, cuando tengo que hacerlo ante la gente, me pongo colorada, la voz se entrecorta y tengo la sensación de que no puedo hilar dos palabras coherentes. Es como si mi pensamiento y mi habla fueran por caminos distintos y no los pudiera juntar… Pero, por fortuna, me regaló el don de ESCRIBIR. Poder descubrir que de este modo, sí logro comunicar lo que siento y pienso fue liberador, como muchas cosas que me sucedieron este último tiempo…
Y es que no debe haber cosa más hermosa que liberarse de aquello que nos ahoga, que no nos permite disfrutar de la vida. Hace poco le decía a un amigo, que, cuando miro hacia atrás, puedo ver que recorrí un buen camino, y hoy estoy en el lugar que Dios quiere que esté. Lo reafirmo cada día, cuando me levanto y miro a mis hijitos, cuando los veo crecer… Y aunque este año no di clases y me dedique a la casa y la familia, que no es poca cosa, me sentí en paz conmigo misma. Después de muchos años de terapia puedo decir con plena libertad, que no tengo vocación, la docencia no es lo mío. Ahora comienzo a buscar aquel proyecto que, más allá de la familia, me complete como persona.
Este tiempo del taller me inundó de entusiasmo y alegría. Cada encuentro fue una oportunidad para compartir y salir “llena”, transformada. Siento que aprendí tanto… Por eso, querida Olga, necesitaba decírtelo, y como es obvio, no encontré otra manera. Tu forma de transmitir lo que sabés es tan clara, y enseñas con todo tú ser: con el cuerpo, el alma y las palabras. Estoy tan agradecida y, claro, te admiro mucho. Admiro tu desenfado, tus valores y también tu profunda sensibilidad. Admiro a Olga y a Liliana, a las dos.
Este año aprendí de todos. Aprendí de vos y también de cada uno de mis compañeros. Me reí a carcajadas, me emocioné, disfruté cada viernes que compartimos. Por eso sentí ganas de agradecer, de la única manera que mejor me sale.
Estoy convencida de que todos tenemos algún talento, el que sea, solo hay que descubrirlo y hacerlo crecer. ¡Tengo tanto que aprender! Todavía tengo que romper muchos papeles y volver a empezar, todas las veces que sea necesario. Vos me diste el ánimo y reforzaste mis ganas. Voy a sacarle lustre a mis palabras hasta que brillen todo lo que pueda. Esto es un camino, es el camino que quiero transitar. Y si logro que algo de lo que escribo pueda movilizar a alguien, ya me puedo dar por satisfecha, porque los que escribimos lo hacemos para nosotros y también para los que nos leen.
Querida Olga, gracias por permitirme compartir esta experiencia con vos, y sobre todo, gracias por acompañarme, como lo hacen los buenos docentes, haciendo del proceso de aprendizaje, un verdadero proceso transformador.
Te quiero.
Lau.
21 de octubre de 2011.-
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Bienvenida. Te deseo mucha suerte.