En el centro de mi dolor aplacaré las escarpadas nubes para verte
pero vos no sabrás de mi demanda de un mendrugo de amor en el amanecer.
¡Qué dura realidad!
¡Qué vertical el humo que se escapa de la hoguera!
Y vos y yo tal vez en la espesura
de un síndrome de adiós que nos demude.
Ya no habrá caminatas al olvido porque una luz enfermará el recuerdo.
Luz de vestido largo y harapiento
que sobrevivirá al frugal deseo.
Y allí donde bostezan los domingos
claudicaremos nuestra tentativa.
No se abrirán las puertas. Y el abrazo
mendigará sin paz sus orfandades.
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Bienvenida. Te deseo mucha suerte.