viernes, 17 de octubre de 2014

AUSENCIAS Y REGRESO

AUSENCIAS Y REGRESO I

Hay ausencias que arañan como gatos en celo
y suben sus hervores desde la urdimbre ciega,
se filtran como el viento doloroso
y penetran la íntima franqueza del silencio.
Hay ausencias turgentes como pezones agrios
de los que mana un vino para horadar el alma.
Tienen múltiples manos que rasgan el olvido
en partículas hoscas que se esparcen y crecen.
Hay ausencias más crueles, mucho más, que la muerte
porque son argamasa de distancia y traiciones.
Son aquellas que rugen cuando callan los pasos
y trasponen el muro
y acribillan la espera.
Hay ausencias que avanzan con los ojos vendados
para arrasar sin lágrimas el candor del deseo.
Y acunar en sus brazos despóticos y enormes
la criatura indefensa de las noches en vela.

Son humo, son machete
que corta en llamaradas
la oquedad de la víspera entre cuatro paredes.
Vibran en desmesura como ávidas guitarras
que arpegian la tristeza con inválidas notas
y producen un frío de túnel o sepulcro
con el aullido tétrico de un lobo malherido.
Pesan sobre los ojos como siglos de arena
presagian llanto fértil y vientos de tormenta
son dos barcos varados en el muelle del tiempo
hospedando a los náufragos de algún amor viajero.

Pero en un sobresalto las ausencias se extinguen
porque existe un antídoto que se llama regreso.

 








AUSENCIAS Y REGRESO II

El regreso es un pájaro nacido en cautiverio
que se empluma de besos para entibiar el nido.
Es la policromía de una estrella engarzada en medio del desierto
clamando la mañana.
Tiene una bruma dulce para amar al rescoldo
y renacer despacio en su hoguera de pétalos.
Es el ebrio galope del potro de un abrazo
cuando los dedos palpan la mitad de su sombra
y arrullan la nostalgia como a un recién nacido
y abren los ventanales para que entre la aurora.

Los barcos agoreros zarpan de madrugada
y se alejan anónimos, tras sirenas de niebla.
Porque el aire embalsama los recuerdos penosos
y se puebla de trinos la luz de la alborada.
El regreso es un nido frondoso y confortable
para que habite el alma y restañe su herida.

Pensando bien, la ausencia, es la semilla ardiente
que germina con llanto las flores del regreso.





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