jueves, 23 de octubre de 2014

COHERENCIA

COHERENCIA

©Olga Liliana Reinoso

A costa de resultar reiterativa, voy a insistir con la idea de que los adultos somos los responsables de las acciones y reacciones de los jóvenes.
Es fácil echarles la culpa a los chicos y lavarnos las manos al mejor estilo Poncio Pilatos, sin analizar el entorno que los rodea y del que formamos parte, indefectiblemente.
De las tantas cosas que recuerdo de mi época de estudiante en el Colegio María Auxiliadora de Santa Rosa, hay una frase que me resulta motivadora en especial, sobre todo, por la vigencia que tiene y porque he podido comprobar, en forma fidedigna, su eficacia: LAS PALABRAS MUEVEN, EL EJEMPLO ARRASTRA.
De esto se trata, de educar con el ejemplo. Todo eso que no se dice pero que nuestros hijos ven, palpan, sienten, vivencian. Eso es lo que va formando sus cimientos, esa es la semilla que germinará más adelante en una mujer y un hombre de bien que tanta falta le hacen a nuestra quebrantada sociedad.
En lugar de ver la paja en el ojo ajeno, revisemos nuestros ojos. Al anochecer de cada día agitado de nuestras turbulentas vidas, tomemos un minuto para reflexionar si todo lo que hicimos durante esas veinticuatro horas se destaca por su coherencia, es decir, si no nos hemos traicionado, si realmente hubo coincidencia entre nuestro pensamiento, nuestra palabra y nuestra acción.
Tal vez nada de esto resulte redituable en términos económicos, pero nos garantiza tranquilidad de conciencia, valor que jamás podrá comprar una tarjeta de crédito. Y que tiene un plus maravilloso: nuestros hijos, nuestros alumnos, irán aprendiendo de esa conducta.
No hablo de no equivocarnos, no hablo de perfección, porque somos humanos. Hablo de honestidad con uno mismo, de respeto a los principios que proclamamos.
Es lamentable que borremos con el codo lo que escribimos con la mano, es peligroso que apliquemos la ley cuando se trata de los otros y en cambio, coimeemos al juez cuando está por dictar nuestra sentencia.
Si manejamos un doble discurso y levantamos ciertas banderas a la hora de juzgar a los demás, pero luego, tomamos sobredosis de perdón y excusas cuando la cosa nos afecta en forma personal... ¿somos farsantes? ¿Inmaduros? ¿Tenemos doble moral? ¿No nos damos cuenta de que con esa actitud habilitamos a los más jóvenes para el “todo vale”? ¿No entendemos que la sobreprotección los debilita y les crea falsas expectativas? Amar no es apañar, amar es proteger, no sobreproteger, amar no es ocultar ni negar, sino ayudar a enfrentarse con la verdad para ser cada día más fuertes, más valientes, más responsables.
Finalmente, creo que lo importante es responder con sinceridad a estas preguntas:
¿Queremos que nuestros hijos sean personas de bien o simplemente personas exitosas? ¿Queremos que ganen a cualquier precio o, solamente, si hicieron los méritos suficientes?
Las respuestas a estos interrogantes son los ladrillos que edificarán su futuro. Casa, casita, rancho, palacio o sepulcros blanqueados.

(Imagen: vistaallagointerior.wordpress.com) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenida. Te deseo mucha suerte.