En la orilla de
las despedidas
hay cuencos con
mi llanto.
Y yo, apenas, soy
un ángel torturado.
Vete ya. Apura el
paso
no vuelvas a
mirarme ni con lástima.
Huye de mí. La
tarde viaja rauda.
Te esperan otros
cielos, otros árboles.
Te están llamando
desde el sur del alma.
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Bienvenida. Te deseo mucha suerte.